www.arhca.esACCIONES DE GUERRA EN EL PUENTE DE PEÑAFLOR

(1809-1810)

 

 

Por José Luis Calvo Pérez

 

 

            El puente de Peñaflor sobre el río Nalón, hasta mediados del siglo XIX en que se construyó el actual trazado de la carretera de Oviedo a Grado por Trubia, constituyó uno de los pasos más importantes de salida a las dos principales vías de comunicación que unían el centro de Asturias con la Meseta a través del Camino Real de la Mesa y el vecino reino de Galicia. Este  puente, de gran valor estratégico, fue escenario de dos importantes, aunque desafortunados, hechos de armas durante la Guerra de la Independencia, que más adelante se detallarán.

 

            Tanto el puente como el itinerario general de la antigua carretera que discurre por esta zona han sufrido cambios sustanciales en el entorno desde el año 1809 hasta llegar a nuestros días. El puente, para facilitar la circulación rodada, ha experimentado desde el eje central del mismo hasta la cabeza de puente situada en su parte Norte, el recrecido de unos dos metros con el objeto de eliminar el “lomo de burro” que tanto caracteriza a los puentes góticos o bajo medievales y, como consecuencia de esta actuación, los caminos que parte hacia derecha e izquierda (Oviedo y Cuero) también se han elevado para alcanzar esa altura. Por el Sur, la elevación no es tan acusada, ya que sólo se ha modificado uno de los pequeños arcos (el superior) para facilitar la construcción del trazado del FF.CC. Oviedo-San Esteban de Pravia.  

 

Leyenda

 

Aunque el mapa es de 1870, el trayecto era el mismo que había en 1809

 

Rojo: Antiguo camino o carretera de Oviedo a Grado, se ve la ruta desde Escamplero, pasando por Peñaflor, por su puente y Grado así como el puente y el desvío a Cuero.

En la parte inferior dcha. del mapa se puede apreciar la ubicación de la Fábrica de armas de Trubia.

 

Verde: Poblaciones mencionadas enmarcadas y destacadas.

 

Azul: Río Nalón con flechas indicando el curso.

 

 

            Al no existir Diario de Operaciones sobre la primera acción de guerra desarrollada en el puente, da la impresión que ésta ha llegado hasta nuestros días un tanto distorsionada por el tratamiento que, en general, la historiografía le ha dedicado. Algunos cronistas sitúan la acción el día 17 de mayo, error que en algunos casos aún persiste y continua siendo arrastrado por algunos ensayistas que siguen a los primeros[1].   

 

 

 

Antecedentes   

 

            El 17 de enero de 1809 el propio Napoleón redacta un plan para la ocupación y pacificación de la, por entonces, convulsa Galicia y encomienda al 6º Cuerpo de Ejército francés, bajo el mando del mariscal Ney, duque de Elchingen, la misión de invadir el antiguo reino. Con tal objeto, el 18 de febrero del mismo año Ney recibe instrucciones del Mayor General de elegir Lugo como eje principal de las futuras operaciones sobre el territorio gallego, en cuyas órdenes se incluía, claro está, el sometimiento del Principado de Asturias. 

 

            El marqués de la Romana, investido de amplios poderes por la Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino para organizar la defensa militar de Asturias contra el invasor, el 4 de abril de 1809 se presenta en Oviedo flanqueado por uno de sus regimientos predilectos, ya desde los tiempos de la expedición al Báltico: el formidable Regimiento de la Princesa al mando del coronel D. José O’Donnell.

 

            Ante la obstinada actitud de resistencia que ofrecían algunos miembros de la Junta Suprema de Asturias para acatar las órdenes de la Romana –que no eran otras que las emanadas del poder Central––, especialmente aquellas relativas a la entrega de los recursos recibidos de Gran Bretaña[2] para la subsistencia de las tropas del Ejército de la Izquierda en cuyo ejército, precisamente, recaía la responsabilidad de sostener la campaña contra el invasor; éste, actuando dentro del estricto marco de las facultades que le había conferido la Junta Central, y en vista que por espacio de un mes había intentado por todos los medios que los gobernantes asturianos accedieran de buen grado a las legítimas reclamaciones, es cuando, agotadas ya todas las vías de entendimiento, decide el 1º de mayo deponer por la fuerza de las armas la Junta del Principado.

 

            Mientras se distraían en estos asuntos, tanto el marqués de la Romana como sus acérrimos oponentes en la Junta dejaron desatendida una de las premisas principales de toda guerra: asegurar la defensa e integridad del territorio patrio ante una, por otra parte esperada, invasión del enemigo, lo que, en efecto, se produjo a mediados del mes de mayo de 1809.

 

            Así, el 13 de mayo una columna al mando del mariscal Ney formada por 2.500/3.000[3] hombres de infantería, en su mayor parte pertenecientes a los regimientos 27º, 39º y 59º de Línea y el 25º ligero; unos 300 jinetes de los cuerpos de caballería 3º de Húsares y 25º de Dragones y ocho piezas de artillería de montaña transportadas a lomo, sale desde Lugo con dirección al Principado de Asturias.

 

            Remontado el valle de Ibias, la columna atraviesa, sin resistencia, el puerto de Leitariegos para luego caer por sorpresa sobre Cangas de Tineo, cuya villa es ocupada en la madrugada del día 16 sin pegar un sólo tiro. El día 17  la columna llega a Salas y su vanguardia, con el objeto de asegurar los vados y paso de barcas sobre el río Narcea, es adelantada hasta Cornellana.

           

            El avance francés, por la rapidez de su movimiento y lo sorprendente de su ejecución, había cogido totalmente desprevenidos y sin capacidad de respuesta posible a los cándidos asturianos, por lo que apenas quedaba tiempo para organizar la defensa. Sobre las once de la noche del mismo día 17, ya con el grueso de las tropas enemigas posicionadas sobre la villa de Salas, el marqués de la Romana se entera de la invasión y de su amenazante aproximación a la capital del Principado, lo que le obliga a tomar rápidas decisiones y comisionar con plenos poderes a D. Gregorio Jove Valdés para desplazarse a Grado y organizar en este punto el dispositivo defensivo para intentar frenar la impetuosa progresión del enemigo hacía Oviedo. La fuerza disponible con que contaba Jove en esos momentos para establecer la primera línea de contención la constituía la escasa y bisoña tropa acantonada en la zona de Grado bajo el mando de D. José Gabriel Trelles, Coronel del Regimiento de Navia. El destacamento militar estaba compuesto, fundamentalmente, por un oficial y 26 soldados –los más experimentados de todo el dispositivo– del Regimiento de la Princesa; alrededor de 80 granaderos de la compañía de esta especialidad del Regimiento de Gijón; cuatro compañías del 2º Batallón del Regimiento de Luarca formadas por reclutas de reciente alistamiento y dos piezas de artillería de montaña de a seis, con sus correspondientes servidores y escasa munición. Además de las fuerzas anteriores, se contaba con el refuerzo de una partida de paisanos armados (alrededor de 40/50 hombres). En resumen, alrededor de 450/500 hombres, organizados apresuradamente, para hacer frente a unas fuerzas enemigas cuya importancia desconocían, es decir, cuatro regimientos, muy aguerridos y disciplinados, de la más formidable máquina militar de Europa: la Grande Armée.   

 

            A la una de la madrugada del 17 de mayo de 1809 la vanguardia enemiga, al mando del General Mathieu, se posesiona del paso de barcas de Cornellana y cruza el río Narcea por este punto. Para hacer frente al enemigo se decide, entonces, establecer la defensa sobre la altura de El Fresno, punto dominante sobre el camino de Cornellana. A pesar de la ventaja estratégica que ofrece la formidable colina, el dispositivo del despliegue adoptado por las fuerzas encargadas de su defensa no es, empero, de lo más acertado. Este mismo día, tres compañías (alrededor de 80 hombres cada una) formadas por soldados bisoños, carentes de instrucción y disciplina, del Regimiento de Luarca, apoyadas por unos 40 paisanos armados, ya se encontraban desplegadas en las alturas de El Fresno[4], mientras que el resto del regimiento, unos 100/150 hombres de la 4ª compañía, permanecía en Grado, junto con la compañía de granaderos del Regimiento de Gijón y el piquete del Regimiento de La Princesa.  

 

            En la tarde del 17 de mayo el enemigo, tras un breve intercambio de disparos, arrolla el inconsistente dispositivo defensivo establecido en las alturas de El Fresno. Vencida esta primera línea de contención, las tres compañías de soldados bisoños del Regimiento de Luarca y los paisanos armados que constituían su única defensa, se ven obligados a replegarse sobre Grado. Alcanzado este último punto por los despavoridos soldados de Luarca, fue motivo más que suficiente para sembrar el pánico, y como el miedo suele ser contagioso, éste se transmitió a los más experimentados, lo que provocó la dispersión entre los soldados que componían la guarnición establecida en la villa de Grado. Los restantes efectivos del Regimiento de Luarca que se encontraban en Grado se retiran a Teverga, cuya fuga se efectúa a través del camino real que discurre por La Mata, Sama de Grado y Linares de Proaza; la  compañía del Regimiento de Gijón, junto con el piquete de la Princesa, lo verifican sobre Oviedo, mientras que la 1ª, 2ª y 3ª compañías del 2º Batallón del Regimiento de Luarca, con una pieza de artillería, lo hacen al puente de Peñaflor, en cuyo punto se decide hacer frente a las tropas del Mariscal Ney en su impetuoso avance hacia la capital del Principado.

 

            En efecto, vencida la primera línea de contención establecida en El Fresno, Jove ¾siguiendo el consejo de los coroneles Trelles y Cañedo de organizar la resistencia en el desfiladero de Peñaflor por considerar que este lugar ofrece mayor ventaja que El Fresno para establecer una resistencia más efectiva¾ ordena a Trelles que, con las tropas que aún le quedan (las tres compañías del Regimiento de Luarca, a cuyo frente se encontraba el coronel D. Juan Cañedo), se repliegue sobre el puente de Peñaflor con fin de organizar en este punto la defensa y acortar así las distancias con el resto de las fuerzas que aún permanecían acantonadas en Oviedo.

 

                Tras anular la resistencia en el puente de Peñaflor –que duró unas tres horas, con nulo efecto resolutivo por parte del Regimiento de Luarca–, el enemigo regresa a Grado y somete a la villa a toda clase de pillaje. El día 19 el mariscal Ney, después de hacer noche en el palacio de La Campona y con el camino ya expedito, emprende la marcha sobre Oviedo. La suerte de la capital estaba ya echada.  

 

                En la madrugada del mismo día 19, el marqués de la Romana –que aún no se había enterado que Ney había forzado había forzado el paso de Peñaflor el día anterior, y que con todas sus tropas se dirigía a la capital del Principado–, cursa órdenes a D. José O’Donnell, coronel del Regimiento de la Princesa, para que con fuerzas de la guarnición de la capital (Regimientos de la Princesa y de Gijón; fuerzas de Caballería de su escolta personal y artilleros de la Compañía Volante, con dos piezas de a ocho), parta de Oviedo con la mayor celeridad posible con el objeto de reforzar a las fuerzas que defendían el puente de Peñaflor (demasiado tarde para el envío de socorros por la pérdida de la posición).

 

            D. Gregorio Jove, que se había desplazado a Oviedo para rendir informe de la crítica situación al marqués de la Romana, toma contacto en La Cruz-La Lloral, cerca de San Claudio, con la vanguardia del coronel O’Donnell al que le ordena forzar la marcha de las tropas que le siguen para llegar cuanto antes al punto de ataque pero, enterado O’Donnell de la caída y abandono del estratégico paso y que parte de las fuerzas del sector de Grado (la compañía de Granaderos del Regimiento de Gijón y los 27 hombres de la Princesa) se habían replegado sobre Fabarín-Loriana y que el resto de los  soldados del Regimiento de Luarca, indemnes, se habían retirado a Teverga, este coronel considera inútil ya todo esfuerzo por lo que, una vez incorporadas las dispersas fuerzas, opta retirarse por detrás del Naranco con dirección a Gijón con el propósito de unirse a la División del mariscal de campo, D. Francisco Ballesteros. El marqués de la Romana huye a Gijón y se embarca en el bergantín “Palomo” que lo traslada a Ribadeo, junto con los demás miembros de la Junta por él formada.         

 

 

 

PRIMERA ACCION SOBRE EL PUENTE: 18 DE MAYO DE 1809

 

Preliminares

 

            Una vez replegadas sobre el puente de Peñaflor las tropas desalojadas de las alturas de El Fresno, el Coronel Trelles decide establecer en este importante paso la contención del enemigo, cuyo puesto, según instrucciones impartidas por Jove, debería defender a toda costa. Su objeto: llamar la atención del enemigo sobre este punto para intentar frenar el avance sobre la capital de Asturias y así ganar tiempo mientras se reciben refuerzos [que nunca llegarían] de la guarnición de Oviedo. 

 

            El desfiladero de Peñaflor forma una angostura dominada por dos alturas: la Peña del Aire y la Peña del Viso, a cuyos pies se encuentra el puente, lo que lo convierte, debido a su formidable situación estratégica, en un paso prácticamente inexpugnable. Una vez organizado y dispuesto el dispositivo defensivo de este importante paso sobre el río Nalón, las exiguas fuerzas que constituían las tres compañías del 2º Batallón del Regimiento de Luarca se despliegan en el punto fundamental del dispositivo: el puente y el pueblo de Cuero (margen derecha del río) y la única pieza de artillería con que cuentan los defensores en ese momento, se emplaza, parece ser, en el camino que conduce a Cuero, cerca del puente, con la boca de fuego apuntando al camino real que discurre por Las Vegas a Peñaflor.

 

Desarrollo de la acción táctica

 

            La acción consta fundamentalmente de dos ataques principales: uno, iniciado por los expertos tiradores de infantería ligera apostados en la margen izquierda del río Nalón, próximo a las primeras casas del pueblo de Peñaflor, situado en el extremo occidental del puente, contra las fuerzas españolas que se hallan desplegadas en el camino que, desde el la cabeza Norte del puente, siguiendo la margen derecha del río, conduce a Cuero; el otro, sumamente sangriento, tiene lugar en el extremo oriental del pueblo de Peñaflor inmediato a la Peña del Aire, es decir, en la cabeza del puente situada al Sur.

 

                A las 8 de la mañana[5] del día 18 de mayo, una vez desbaratada la débil resistencia de El Fresno, el mariscal Ney al frente de sus tropas se presenta en Grado y acto seguido se dirige a Peñaflor. La vanguardia enemiga, a su paso por Las Vegas, es alertada por el precipitado e inoportuno disparo que les hace la pieza de artillería asentada cerca del puente, y ante el temor que éstos pudieran repetirse, Ney se pone a cubierto entre las casas del pueblo de Peñaflor y destaca algunos voltigeurs[6] a la margen izquierda del río Nalón, cuyos tiradores, desplegados en orden abierto (guerrilla) y parapetados tras los árboles, realizan un nutrido fuego de fusilería sobre las tropas situadas en el camino que conduce a Cuero, las cuales, al no hallarse debidamente a cubierto, ofrecen un blanco formidable a los expertos fusileros ya que, por apremiar el tiempo, no se habían realizado las más elementales obras de fortificación rápida, tales como parapetos formados por talas (árboles cortados), etc. El resto de las compañías enemigas se sitúan en lo alto de la Peña del Aire, desde cuya privilegiada situación lanzan un vigoroso ataque contra el núcleo de defensores emplazados bajo la Peña del Viso (cabeza del puente situada al Norte). El impetuoso ataque francés, efectuado desde las posiciones antes mencionadas, fue más que suficiente para sembrar el pánico entre los bisoños soldados del Regimiento de Luarca, lo que favoreció sobremanera al enemigo a vencer la escasa resistencia que ofrecían los defensores que, tras el ataque, se dispersan, circunstancia ésta explotada por Ney para avanzar con el grueso de sus fuerzas hacia el puente resuelto a desalojar de dicho punto todo foco de resistencia que aún pudiera quedar en la zona.

 

            Una vez desalojada la posición, la caballería enemiga sale en persecución de los despavoridos soldados del Regimiento de Luarca que huyen en desbandada por el camino de Oviedo, haciendo entre éstos numerosos prisioneros que más tarde serían pasados por las armas.

 

ESQUEMA DEL COMBATE

 

 

                       

SEGUNDA ACCION EN EL PUENTE: 15 DE FEBRERO DE 1810

 

            El 20 de enero de 1810 el propio Napoleón ordena al general Bonet que, desde Santander, se dirija de nuevo a Asturias y ocupe Oviedo. El 25 de enero dicho general ataca el dispositivo defensivo establecido en torno a Colombres y vence la resistencia ofrecida por las tropas asturianas bajo el mando del General Llano Ponte. El día 26 el enemigo es retenido en el puente de Purón, pero al cabo de cinco horas de intenso combate, la posición es forzada, produciendo la dispersión[7] de las tropas que defendían este punto y el repliegue del resto de las fuerzas sobre Cangas de Onís, lo que permitió que el enemigo cruzara el río Sella por el vado de Llovio y ocupara la villa de Ribadesella sin apenas resistencia. Desbordado todo el dispositivo,  las tropas asturianas, se repliegan sobre Infiesto.

 

            Ante el imparable avance de las tropas del general Bonet, los miembros de la Junta se retiran a Grado. El 31 de enero el enemigo ocupa la capital de Asturias y el 1º de febrero toma la villa y puerto de Gijón.

 

            Reunidas las dispersas tropas asturianas, éstas se reorganizan en la orilla izquierda del río Nalón, estableciendo a lo largo del curso del río (con su izquierda en Pravia, su centro entre Grado y el puente de Peñaflor, y su derecha en el puente de Soto de los Infantes) una “fuerte” línea defensiva, reforzada con otra de sostén sobre el río Narcea a la altura de Cornellana, con su cuartel general en Salas, situado a retaguardia de ambas líneas. El oficial de Ingenieros, D. José Castellar, es el encargado de fortificar someramente estas defensas, guarnecidas fundamentalmente por los regimientos de Llanes, Salas y otros dos o tres más. Estas unidades, muy mermadas de efectivos, estaban formadas en su mayoría por soldados dispersos de los recientes combates y la fuerza efectiva de la reunión de todos los regimientos, teóricamente, era de unos 1.200 hombres.   

 

            El 12 de febrero el general Bonet se encontraba en Oviedo seriamente comprometido por las tropas de Porlier pero éste, en una hábil maniobra de distracción, se adelanta al ataque y abandona la ciudad, replegándose sobre Pola de Siero con el objeto de observar los movimientos de las tropas asturianas. El día 13 las avanzadas asturianas informan al general Llano Ponte que el enemigo se encontraba en franca retirada sobre Pola de Siero. LLano Ponte muerde el anzuelo e interpreta el repliegue francés como una retirada. D. Pedro de la Bárcena, al frente de sus tropas, recibe el encargo de salir en persecución del enemigo, mientras que Llano Ponte,  desobedeciendo la orden de marchar tras ellos sin entrar ni detenerse en Oviedo, haciendo un alarde de triunfalismo,  irrumpe en la capital.

 

            El día 14 de las fuerzas de Bárcena, debido a la irresponsable actitud de Llano Ponte, se encontraron aisladas en el puente de Colloto. En medio de una densa niebla y de fuerte nevada, lo que facilitó al enemigo concentrarse sin ser visto y provocar con ello una acción ofensiva. En efecto, las tropas de Bárcena son sorprendidas en el puente, precipitando la general dispersión y su posterior reagrupamiento  en Oviedo, en cuya ciudad contagian el pánico a las propias fuerzas de Llano Ponte. A este desenlace contribuyó también la actitud ambigua del brigadier Porlier.

  

            Consecuencia de lo anterior, las fuerzas supervivientes del puente de Colloto, junto con las acantonadas en Oviedo al mando del general Bárcena, efectúan una retirada precipitada a la línea del Nalón y establecen la defensa en la cabeza del puente de Peñaflor (curiosamente, la defensa del puente fue realizada a la inversa de como se había efectuado el 18 de mayo del año anterior, puesto que el avance enemigo también lo era).

 

            El 15 de febrero el general Bonet ordena al coronel Gauthier que, con fuerzas del regimiento 119º,  marche sobre Peñaflor en cuyo punto deberá atacar y desalojar  a las fuerzas españolas allí establecidas. Al mismo tiempo participa al comandante Bouthmy su resolución de intervenir, por la importancia vital que para las comunicaciones ofrece este estratégico paso, para mantener expedito el puente.

 

            La defensa del puente, precariamente establecida, tampoco pudo sostenerse por mucho tiempo. El enemigo cruzó el río por este punto y desborda a los defensores  pese a la tenaz resistencia que éstos ofrecieron para mantener invicta la posición. El día 21 el General Bonet informa al general Barthèlemy que la importante posición del puente de Peñaflor ha sido atacada y conquistada el día 15.

 

            Tas la caída del estratégico paso, el enemigo ocupa Grado, lo que obligó también abandonar la línea defensiva del Nalón y retirarse a la del Navia, cuya línea comenzó a fortificarse con la esperanza que el avance enemigo se demorase y dar tiempo así para contenerlo en este punto de una manera mucho más efectiva.

 

            Como colofón de todos los desastres padecidos por las tropas asturianas durante esta segunda invasión, Llano Ponte se disculpó de su entrada en Oviedo con el pretexto de no haber recibido la orden que le impedía efectuar tal movimiento y Porlier, en cambio, excusó su ausencia en el puente de Colloto, justificando haberse sentido indispuesto.   

 

 

PLANO DEL AÑO 1812 PUENTE PEÑAFLOR ,  FORTIFICACIONES REALIZADAS POR LOS FRANCESES

 

f : Fortificación francesa sobre antigua capilla ubicada bajo la Peña del Viso.

d: Fortificación francesa en el camino a Anzo.

b: Casas pueblo de Peñaflor.

1: Carretera a Grado e Iglesia de Peñaflor.

2: Bloqueo de las Defensas francesas y carretera a Cuero.

3: Antigua carretera a Oviedo

4: Carretera a Anzo.

 

 

 

 

CONSIDERACIONES SOBRE LA PRIMERA ACCION

 

            Lo que en un principio parecía una posición cuasi inexpugnable, ya que las características topográficas del terreno la favorecían, hizo que la inconsistente línea defensiva establecida en torno al puente de Peñaflor, tras corto combate, fuese fácilmente arrollada por el enemigo pese al valor y entusiasmo demostrado por los defensores para asegurar este importante y estratégico paso. En realidad, toda la defensa organizada en la zona se reducía a una pieza de artillería de montaña de a seis, emplazada a los pies de la Peña del Viso, cerca del puente  y, posiblemente, alguna somera obstaculización realizada con troncos de madera en las inmediaciones de la cabeza del puente situada al Norte. El resto de las fuerzas, bisoñas y escasas para establecer una defensa eficaz, tanto del puente como de la margen derecha del río Nalón, y hacer frente a un enemigo muy aguerrido y disciplinado que les aventajaba en superioridad numérica, se mantenían al descubierto ofreciendo un blanco seguro entre esta primera posición y el pueblo de Cuero.

 

            En efecto, a pesar de la manifiesta inferioridad numérica con que se contaba para establecer la defensa, se disponía, por el contrario, de una excelente posición y de haberse prevenido la ocupación de la Peña del Aire (inmenso error táctico el dejar esta altura a merced del enemigo), cuya cima domina el puente desde la margen izquierda del río y que constituía, por lo tanto, la clave de su defensa, la suerte podría ser otra: de no haber obtenido una victoria completa, sí podía haberse conseguido una estabilización momentánea del frente al tener distraídas en este sector un considerable número de fuerzas enemigas, con lo que se habría ganado tiempo para que llegaran refuerzos de Oviedo y disponer así de un mayor margen de maniobra para organizar la defensa en torno a la capital. Trelles y sus hombres habían confiado demasiado en la natural fortaleza del terreno.

 

 

RECOMPENSAS COLECTIVAS A LOS DEFENSORES DEL PUENTE DE PEÑAFLOR 

 

Por la primera acción

 

            Para premiar el valor de los defensores del puente, sin poder precisar fecha, o disposición que lo refrendara, se amplió a los mismos, como recompensa colectiva, el uso del Escudo de Distinción al Valor, creado meses antes por la Junta Suprema de Asturias para distinguir a las tropas que, bajo el mando del mariscal de campo, D. Francisco Ballesteros, constituyeron el dispositivo defensivo de Colombres durante el ataque general del 15 de enero de 1809 por fuerzas enemigas superiores, también hecho extensivo a las fuerzas que intervinieron en las acciones desarrolladas en el mismo escenario bélico durante los ataques de los días 18 de febrero y 29 de abril de 1809. Dicho escudo, para llevar bordado en la manga izquierda de la casaca, consiste en una pieza circular de paño blanco, de 6o mm. de diámetro; lleva una corona formada por un ramo de laurel y otro de palma de color verde, en cuyo centro se inscribe el lema: “VALOR / ACREDITA / DO EN / ASTUR / IAS”, en letras rojas.  

 

(VEASE EN DICHO ESCUDO EN LA SECCIÓN DE VEXILOLOGÍA, CONDECORACIONES Y UNIFORMOLOGÍA)

 

 

Por la segunda acción

 

            Por la segunda acción desarrollada en el puente de Peñaflor, como recompensa a la constancia de las fuerzas que concurrieron a su defensa, se creó un nuevo Escudo de Distinción con el lema  “CONSTANCIA - PEÑAFLOR - 15 DE FEBRERO DE 1810”. La insignia, es de forma circular, de 45 mm. de diámetro, primorosamente bordada en hilos de seda de colores, en la que, sobre campo blanco, figura un puente de piedra de tres arcos situado entre dos peñas. El lema, en letras rojas, se inscribe en el exergo.

 

            Se trata de un escudo de factura diferente, creado para premiar el hecho de armas desarrollado en el mismo escenario el año anterior, cuya diferencia respecto del primero estriba en que ahora ya no se inscribe la palabra “VALOR”, porque no hizo falta demostrarlo, puesto que estaba suficientemente acreditado.

 

            En el supuesto que una misma persona estuviera presente en ambas acciones y,  por lo tanto, en posesión de las dos recompensas; el escudo por la primera acción se llevaba colocado en la parte superior –que es el lugar de preeminencia que le corresponde por su condición de laureado–, mientras que el correspondiente a la segunda acción, iba situado inmediatamente debajo de aquel.        

 

 

BOTONES DE LOS TRES REGIMIENTOS DE INFANTERÍA DE LÍNEA FRANCESES QUE INTERVINIERON EN LA ACCIÓN DE PEÑAFLOR DEL 18 DE MAYO DE 1809

 

                                              

 

        27º Regimiento de Infantería Línea             39º Regimiento de Infantería Línea

 

 

59º Regimiento de Infantería Línea   

BOTÓN DE UNO DE LOS REGIMIENTOS DE INFANTERÍA LIGERA  

        

25º Regimiento de Infantería Ligera

 

 

                La diferencia existente entre un botón de infantería de línea e infantería ligera consistía en que el numeral de la Unidad de estos últimos se inscribía o encerraba dentro de una cornetilla de cazadores (distintivo privativo o diferenciador de las tropas ligeras). 



[1] Uno de los más fantásticos, por lo sorprendente de sus aseveraciones, resulta ser D. Álvaro Fernández Miranda (Historia de una comarca asturiana. Grado y su Concejo, Madrid, 1907) que, entre otras muchas exageraciones, expresa: “… fortificaron puente y peñas para atajar el paso á Ney”. (En efecto, se realizaron algunas obras de fortificación en el lugar, pero han sido los franceses, entre 1810 y 1812, quienes las hicieron). Para más “inri”, D. Alvaro endilga: “Todavía se ve la carril abierta para subir á la peña del Viso un antiguo cañón de hierro y los restos del parapeto en que se emplazó la pieza.” A juzgar por esta última y rotunda afirmación, D. Alvaro parece desconocer por completo el complejo  mecanismo empleado para subir o izar las piezas de artillería que, en sus desplazamientos, tenían que salvar grandes desniveles del terreno. La operación resultaba tarea ímproba, en la que eran necesarias, aparte del artilugio adecuado, muchas horas de tenaz esfuerzo. Por otro lado, resulta inverosímil y está fuera de toda posibilidad que la pieza se emplazara en una altura que presenta un gran desnivel y corte, casi vertical, de muchos metros de altitud. Por otro lado, la “carril” a la que se refiere D. Álvaro se trata del plegamiento o cabalgamiento producido hace millones de años por la gran falla. Otra cosa importante ¾que necesitaría mucho espacio para explicar su teoría¾ es la orientación que, necesariamente, tendría que presentar la boca de fuego de la pieza situada en tan desproporcionada altura para que la parábola del proyectil, debido al efecto de la inflexión (la pieza de artillería es un arma de tiro curvo), pueda batir objetivos situados a nivel tan inferior, lo que hacia imposible efectuarlo con piezas de esa época. En resumen, no se puede hacer un emplazamiento desde mucha altura (5 metros como máximo de elevación) para asegurar un buen efecto de tiro rasante.

[2] Los auxilios prestados por los británicos en 1808 no eran exclusivos de Asturias, sino que pertenecían a toda la Nación. La ayuda económica, cifrada entonces en torno a los 20.000 reales de vellón, de los cuales sólo se rindieron cuentas de unos 2.000, sin que pudiera justificarse el empleo o destino dado a los restantes 18.000. 

[3] Generalmente, las diversas fuentes cifran la fuerza de los cuatro regimientos en unos 6.000 hombres.

[4] Hasta ahora la historiografía se apoyaba en la creencia que el dispositivo establecido en las alturas de El Fresno, así como la defensa que se hizo del estratégico paso de Peñaflor, fueron sostenidos por 150 soldados del Regimiento de Luarca –que salieron indemnes por su precipitada huida a Teverga –, la compañía de granaderos del Regimiento de Gijón y unos 40 ó 50 paisanos. El testimonio de un soldado herido del Regimiento de Luarca parece desmentir rotundamente la tesis anterior

[5] La mayoría de las fuentes sitúa el comienzo de la acción a las 10 de la mañana. Sin embargo, el informe de D. Santiago Belaústegui, fechado en Zerezeda de Allande el 20 de mayo de 1809, expresa que, según le había relatado un soldado herido llamado Josep Fernández, perteneciente a la 3ª compañía del Regimiento de Luarca, éste se verificó dos antes, es decir, a las 8.

[6] Cazadores de infantería ligera que formaban en “tiradores”, es decir, unidades que actuaban en orden abierto y utilizando al máximo los recursos que ofrecía el terreno para hostilizar al enemigo.

[7] La dispersión era un fenómeno que no se daba en ningún otro ejército europeo nada más que en el español. Consistía en disolverse la unidad poniendo pies en polvorosa, cada uno para donde el instinto le indicase, casi bajo el lema de sálvese el que pueda.  No consistía en una deserción, pues pasado el peligro o un tiempo después, la unidad volvía a juntarse en algún punto que se comunicaba mediante bandos o agentes encargados de localizar a los dispersos, para así combatir nuevamente.